lunes, 30 de septiembre de 2013

Vladimir Putin


Dicen de él que es como Stalin, un hombre fuerte que sabe cómo reestablecer el orden. Acumula más de ocho años siendo Presidente de Rusia y, si le salen las cuentas, podrá estar en el cargo otros 12 más, hasta el 2024, en una maniobra personalista digna de un gran estratega político.
Vladimir Putin, que cumplirá 61 años a principios de octubre de este año, era el menor de tres hermanos que fallecieron a consecuencia de la escasez de recursos existentes en el seno familiar.
Nacido en la majestuosa ciudad de San Petersburgo (por aquel entonces conocida como Leningrado), fue hijo de un militar comunista condecorado durante la Segunda Guerra Mundial por combatir contra los nazis.
Este abstemio y virtuoso de las artes marciales, que domina el inglés y alemán, estuvo también casado con una profesora de idiomas con la que comparte dos hijos.
Egresado en Derecho por la universidad de su ciudad natal, aquí conoció a Anatoli Sobchak, quien años más tarde le abriría las puertas de la política, por aquellos años de juventud militaba en el PCUS.
En el año 1975 inicia su andadura en el KGB, aquí se mantuvo durante 16 años trabajando como espía, estuvo destinado en la Alemania Oriental y alcanzó el empleo de teniente coronel. De esta época poco se conoce ya que su anonimato y secretismo lo inundan todo.
Tras la Caída del Muro regresa a Leningrado dispuesto a trabajar incluso como taxista pero su destino era otro y, tras un breve período como asesor, comienza una breve etapa como máximo responsable de las relaciones exteriores y vicealcalde del ayuntamiento de San Petersburgo en el año 1991, siendo el alcalde su antiguo maestro Sobchak.  
Pero San Petersburgo se le quedó pequeño y decidió dar el salto a Moscú, allí gracias a su útil habilidad para el espionaje y la contrainteligencia, encontró grandes aliados entre la familia Yeltsin. Rápidamente es promocionado y en el 1998 ocupa ya su primer puesto de relevancia nacional, siendo designado titular del Servicio Federal de Seguridad, desde su posición de poder, ayuda a su antiguo padrino político, Anatoli Sobchak, a huir de las investigaciones por corrupción que la Fiscalía estaba llevando a cabo, el método empleado fue un vuelo en plena noche con destino a Finlandia. Tal gesto de lealtad con su mentor supuso a ojos de Boris Yeltsin la actitud necesaria para aupar a Putin a los puestos más elevados de responsabilidad política.
Yeltsin lo señala como su sucesor y en agosto de 1999 es nombrado primer ministro interino del gobierno ruso. Cabe destacar su vertiginoso ascenso a lo más alto del poder sin ni siquiera haber pasado por un puesto de elección popular, y en sólo cuatro años de residencia en Moscú. Al año siguiente ganaría las elecciones por el partido Rusia Unida. Debutó en el cargo con la orden de aplastar la rebelión chechena, en esa etapa se le conoce como el “Bruce Willis ruso”. Tras esto, promulgó un decreto estableciendo que los 89 sujetos federales de Rusia pasaban a estar distribuidos bajo la jurisdicción de siete distritos federales supervisados por representantes designados por él mismo, más tarde, también obtuvo la potestad de poder despedir a los jefes de los sujetos federales.
En el 2004 sería reelegido por una abultada mayoría debido a su popularidad, en un país con más de 150 millones de habitantes con un viejo y arraigado sentimiento nacionalista, Putin es visto como el líder que les devolverá la gloria que como pueblo les pertenece
Putin siguió ejerciendo el poder en la sombra, como Primer Ministro, durante la presidencia de su protegido Dimitri Medvedev desde 2008 al 2012 y ha vuelto a ser elegido presidente por tercera vez en el 2012 con opción a un cuarto mandato, estos últimos mandatos son ya de seis años cada uno.
En el plano internacional la diplomacia rusa acaba de colgarse un tanto al haber puesto freno al intento de un ataque militar contra Siria por parte del presidente Obama, por lo que ha hecho de Rusia el gran árbitro de la situación y, al mismo tiempo, puede jactarse de haber protegido a su aliado sirio.
No se puede obviar el olfato de este “animal político” y su innegable talento para heredar de Boris Yeltsin un país convulso y en plena transición hacia la democracia y presentar un balance con altos índices de crecimiento económico y la importante disminución de la pobreza.
Sus detractores le achacan el utilizar selectivamente la justicia para ir contra las personas que el Kremlin considera enemigos, controlar los medios de comunicación, atropellar sistemáticamente los derechos humanos y gobernar con mano de hierro, encarcelando y desterrando a los oligarcas rusos contrarios a sus políticas.
Si bien es cierto que una gran mayoría de la población rusa lo ve con buenos ojos, sin importar que suerte corran las minorías étnicas con tendencias violentas, las mafias del crimen organizado o los oligarcas a los que ven responsables de la burla al imperio de la ley y beneficiarios durante años del salto a una economía de mercado.
Gracias a su mayoría en la Duma, el partido de Putin recientemente ha aprobado una polémica ley que endurece las condiciones para celebrar mítines en toda Rusia. No en vano, se define el gobierno de la Rusia de Putin como una democracia dirigida”, entendida como un sistema en el cual los problemas que puedan resolverse de forma democrática se resuelven por esa vía, pero aquellos problemas que no pueden resolverse democráticamente se resuelven por otros métodos.
Ha dicho Putin: “Los manuales deben contener hechos que desarrollen en los jóvenes el orgullo por su historia y su país y han hecho demasiado hincapié en los aspectos negativos del viejo sistema. Éstos son tiempos de consolidación y las tareas son otras". Una comisión especial se encarga hoy de revisar los manuales en Rusia.



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