domingo, 14 de julio de 2013

Recep Tayyip Erdogan


“Los minaretes son nuestras bayonetas, las cúpulas nuestros cascos, las mezquitas nuestros cuarteles y los creyentes nuestros soldados”, recitar este poema durante un mitin le costó una condena por incitación al odio sobre la base de diferencias religiosas. A pesar de que Amnistía Internacional le consideró un preso de conciencia, cumplió 5 meses de prisión y fue inhabilitado como alcalde de su ciudad.
Nacido en Estambul, pulmón económico de Turquía, hace casi 6 décadas, está casado y es padre de cuatro hijos. Su padre, un musulmán moderado que trabajó como guarda costas del gobierno, se encargó de que el pequeño Recep se familiarizara con el Corán desde bien pronto.
A pesar de su marcado islamismo ha sabido caminar con astucia entre las dos aceras, prueba de ello son los galardones que ha recibido de las más variopintas instituciones, como el de la paz y el diálogo entre culturas del Comité Judío Americano o el HABITAT de las Naciones Unidas. Es también Doctor Honoris Causa por unas 11 instituciones universitarias, entre ellas la Universidad Europea de Madrid o la Islámica de Gaza.
Su relación con Israel se caracteriza por el doble juego, tan capaz de acoger en su territorio el escudo antimisiles estadounidense para contrarrestar cualquier ataque iraní, como de equiparar el trato que dispensaba Israel a los palestinos en los territorios ocupados con el recibido por los judíos españoles cuando fueron expulsados de la península en 1492.
De pequeño vendió especias y refrescos por las calles de su Rize natal, hasta que finalizó sus estudios en Económicas y, tras un corto periplo como mando intermedio en el sector de la alimentación, comenzó a destacar en la política municipal. 
Con apenas 20 años participa activamente en la organización juvenil del Partido Islamista, de marcado carácter antioccidental y, más tarde, en el Partido de la Libertad, hasta que éste es ilegalizado.
Con 39 años accede a la alcaldía de la capital del país, Estambul, cargo que ejerció durante 4 años, a lo largo de los cuales se le conocía con el sobrenombre de Padishah por su lucha contra la corrupción y se proyectó como líder de talla nacional.
En 2001 fundó, no sin polémica, el partido de centro-derecha y tendencia demócrata-islamista, AKP o Partido de la Justicia y el Desarrollo. Al año siguiente de su fundación ganó las elecciones legislativas con mayoría absoluta pero al estar inhabilitado no es hasta el 2003 cuando accede al poder, desde entonces hasta ahora ha sido el Primer Ministro turco de una nación con 80 millones de ciudadanos donde el 97% son musulmanes.
El oportunismo político ha marcado toda su etapa como dirigente político, ha sabido proclamarse neo-otomano y seguir siendo kemalista sin que resulte extraño, se levanta como líder de los palestinos y pueblos árabes oprimidos al tiempo que mantiene unas relaciones excelentes con EEUU y Gran Bretaña y se presenta como aliado de los autoritarios jeques árabes pero los aparta cuando no le sirven a sus intereses.
En 2009 firmaba junto al presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, el acuerdo de construcción del gasoducto Nabucco, concebido para exportar el gas de Asia Central a través de los Dardanelos, reduciendo así la dependencia de los suministros rusos. Hoy ese macro proyecto de Erdogan se ve amenazado por la iniciativa rusa de construcción del South Stream, rival directo del Nabucco.
Desde el 2004 Turquía es candidata oficial a formar parte de la Unión Europea, sin embargo, las relaciones entre ambos no atraviesan por su mejor momento, el primer ministro turco se queja de llevar esperando a las puertas de Europa desde los años sesenta para que le dejen entrar y de no valorarse que su país sea el portaaviones más grande de la OTAN. Pero episodios como los de la Plaza Tahrir y la posterior represión mostrada por Erdogan no hacen sino imposibilitar que Alemania y Francia levanten su bloqueo en el proceso negociador con Bruselas.
Consciente del peso geopolítico de Turquía, a caballo entre Europa y Asia, Erdogan es claro precursor del neotomanismo”, que se traduce en un acercamiento a los estados musulmanes moderados y en una orientalización de sus relaciones exteriores, marcando un cambio considerable en relación a la Turquía moderna que pretendía Ataturk.
Desde Kemal Ataturk, la secularización del poder en Turquía ha sido una máxima, a favor de esta constante el líder turco aporta que acabó con la pena de muerte en Turquía y suprimió el delito de adulterio. En su contra aparece que la Turquía de Erdogan se sitúa en la pésima posición 138 de 178 en lo que respecta a libertad de expresión, revelando con ello su verdadero rostro.
La relativa indiferencia con que desde Turquía se enfrentan a las revueltas de la “primavera árabe” se debe principalmente a su política de “cero problemas” con los países vecinos pero también a que, en Turquía como en Egipto, el ejército es un estamento muy poderoso que anda siempre vigilante y al cual es mejor no darle motivos.

We know of the nature of the regime in Syria. We constantly try to inspire them toward more democracy, but playing with Syria would be dangerous and could prove to be a worst situation than Iraq”. (Conocemos la naturaleza del régimen sirio. Constantemente tratamos de llevarlos hacia más democracia, pero jugar con Siria seria peligroso y podría resultar ser una situación peor que la de Irak). Erdogan pronunció estas palabras en octubre de 2005.



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Web oficial del AKP| www.akparti.org.tr/english/