“Los
minaretes son nuestras bayonetas, las cúpulas nuestros cascos, las mezquitas
nuestros cuarteles y los creyentes nuestros soldados”, recitar este poema durante un mitin le costó una
condena por incitación al odio sobre
la base de diferencias religiosas. A pesar de que Amnistía Internacional le consideró un preso de conciencia, cumplió
5 meses de prisión y fue inhabilitado
como alcalde de su ciudad.
Nacido en Estambul, pulmón económico de Turquía, hace casi 6 décadas, está casado y es padre de
cuatro hijos. Su padre, un musulmán moderado que trabajó como guarda costas del
gobierno, se encargó de que el pequeño Recep
se familiarizara con el Corán desde bien
pronto.
A pesar de su marcado islamismo ha sabido
caminar con astucia entre las dos aceras,
prueba de ello son los galardones que ha
recibido de las más variopintas
instituciones, como el de la paz y el diálogo entre culturas del Comité
Judío Americano o el HABITAT de las Naciones Unidas. Es también Doctor Honoris Causa por unas 11 instituciones universitarias,
entre ellas la Universidad Europea de
Madrid o la Islámica de Gaza.
Su
relación con Israel se caracteriza por el doble juego, tan capaz de acoger en su territorio el escudo
antimisiles estadounidense para contrarrestar cualquier ataque iraní, como de equiparar
el trato que dispensaba Israel a los palestinos en los territorios ocupados con
el recibido por los judíos españoles cuando fueron expulsados de la península
en 1492.
De
pequeño vendió especias y refrescos por
las calles de su Rize natal, hasta que finalizó sus estudios en Económicas y, tras un corto periplo como mando
intermedio en el sector de la alimentación, comenzó a destacar en la política
municipal.
Con
apenas 20 años participa activamente en la organización juvenil del Partido
Islamista, de marcado carácter
antioccidental y, más tarde, en el Partido de la Libertad, hasta que éste es
ilegalizado.
Con
39 años accede a la alcaldía de la capital del país, Estambul, cargo que ejerció durante 4 años, a lo largo de los
cuales se le conocía con el sobrenombre de Padishah por su lucha contra la
corrupción y se proyectó como líder de talla nacional.
En
2001 fundó, no sin polémica, el partido
de centro-derecha y tendencia demócrata-islamista, AKP o Partido de la Justicia y el Desarrollo. Al año siguiente de
su fundación ganó las elecciones
legislativas con mayoría absoluta pero al estar inhabilitado no es hasta el
2003 cuando accede al poder, desde entonces hasta ahora ha sido el Primer Ministro turco de una nación con
80 millones de ciudadanos donde el 97% son
musulmanes.
El
oportunismo político ha marcado toda
su etapa como dirigente político, ha sabido proclamarse neo-otomano y seguir siendo kemalista
sin que resulte extraño, se levanta como líder de los palestinos y pueblos
árabes oprimidos al tiempo que mantiene unas relaciones excelentes con EEUU y
Gran Bretaña y se presenta como aliado de los autoritarios jeques árabes pero
los aparta cuando no le sirven a sus intereses.
En
2009 firmaba junto al presidente de
la Comisión Europea, Durao Barroso, el acuerdo de construcción del gasoducto Nabucco, concebido para exportar el
gas de Asia Central a través de los Dardanelos, reduciendo así la dependencia
de los suministros rusos. Hoy ese macro proyecto de Erdogan se ve amenazado por la
iniciativa rusa de construcción del South Stream, rival directo del
Nabucco.
Desde
el 2004 Turquía es candidata oficial a formar parte de la Unión Europea, sin embargo, las relaciones entre ambos no
atraviesan por su mejor momento, el primer ministro turco se queja de llevar
esperando a las puertas de Europa desde los años sesenta para que le dejen
entrar y de no valorarse que su país sea el portaaviones más grande de la OTAN.
Pero episodios como los de la Plaza Tahrir y la posterior represión
mostrada por Erdogan no hacen sino imposibilitar
que Alemania y Francia levanten su bloqueo en el proceso negociador con
Bruselas.
Consciente del peso geopolítico de Turquía, a caballo entre Europa y Asia, Erdogan es claro precursor del “neotomanismo”,
que se traduce en un acercamiento a los estados musulmanes moderados y en una
orientalización de sus relaciones exteriores, marcando un cambio considerable
en relación a la Turquía moderna que pretendía Ataturk.
Desde Kemal
Ataturk, la secularización del poder
en Turquía ha sido una máxima, a favor de esta constante el líder turco
aporta que acabó con la pena de muerte en Turquía y suprimió el delito de
adulterio. En su contra aparece que la Turquía de Erdogan se sitúa en la pésima posición
138 de 178 en lo que respecta a libertad de expresión, revelando con ello
su verdadero rostro.
La relativa indiferencia con que desde
Turquía se enfrentan a las revueltas de
la “primavera árabe” se debe principalmente a su política de “cero problemas” con los países vecinos pero también
a que, en Turquía como en Egipto, el ejército es un estamento muy poderoso que
anda siempre vigilante y al cual es mejor no darle motivos.
“We know of the nature of the regime in
Syria. We constantly try to inspire them toward more democracy, but playing with Syria would be dangerous
and could prove to be a worst situation than Iraq”. (Conocemos la naturaleza del régimen sirio. Constantemente
tratamos de llevarlos hacia más democracia, pero jugar con Siria seria
peligroso y podría resultar ser una situación peor que la de Irak). Erdogan pronunció estas palabras en
octubre de 2005.
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Web oficial del AKP|
www.akparti.org.tr/english/